Héctor Luis Zarauz López
24/07/2022 - 12:02 am
Gilberto Bosques
"Debemos seguir recordando y reivindicando su ejemplo de humanismo, solidaridad y justicia. Este aniversario es un momento propicio para evocar su obra, su vida y su legado como pedagogo, periodista y diplomático".
I
La historia política suele concentrarse en los grandes personajes y parteaguas del devenir de la sociedad. Se acostumbra resaltar el estudio de los momentos considerados más trascendentales y de los personajes más notorios, asociados generalmente al ejercicio del poder: en los presidentes, jefes de movimientos revolucionarios, líderes ideológicos de las masas, etcétera.
Menos interés han merecido personajes y eventos que parecen secundarios y por ello no obtienen el privilegio de quedar estudiados o plasmados en las páginas de los libros.
Uno de esos personajes es Gilberto Bosques Saldívar, de quien este 20 de julio pasado se cumplieron 130 años de su natalicio. Aunque en años recientes ya se ha dado un mayor reconocimiento a su figura y sus acciones diplomáticas, me parece que debemos seguir recordando y reivindicando su ejemplo de humanismo, solidaridad y justicia. Este aniversario es un momento propicio para evocar su obra, su vida y su legado como pedagogo, periodista y diplomático.
II
Don Gilberto nació en Villa de Chiautla, Puebla, el 20 de julio de 1892; muy joven, siendo todavía estudiante normalista, se integró a la Revolución maderista como líder de los estudiantes, de hecho, participó en la organización de los planes de insurrección de los hermanos Serdán en contra de la dictadura de Porfirio Díaz.
Luego se integraría a la facción encabezada por Venustiano Carranza, quien le confirió encargos para fundar escuelas en el sur del país y formar bibliotecas, desarrollando entonces labores educativas, en las cuales sería recurrente pues años más tarde, en 1934, encabezaría la Comisión para reformar el artículo 3° de la Constitución relativo a la educación.
De manera que desde muy joven se vio involucrado en las actividades políticas como lo muestra que entre 1917 y 1919 fue diputado local en Puebla y luego funcionario del gobierno de su estado, del cual también sería diputado federal, en esos años se opondría a la concentración de poder por parte de Álvaro Obregón y participó en la rebelión delahuertista.
Adicionalmente tuvo acercamientos importantes al mundo de las artes (pues tuvo inquietudes como literato) y la cultura, se desempeñaría como traductor, periodista, y también como editorialista y director del periódico “El Nacional”, en donde hizo seguimiento de la política internacional.
Entre 1934-1937 fue diputado federal, destacándose en el congreso por lo cual contestó el informe presidencial del general Lázaro Cárdenas en diciembre de 1935, con quien tuvo una muy buena relación. Fue así que, hacia el año de 1938, ingresaría al servicio exterior de nuestro país, siendo nombrado como cónsul general en Francia (hasta el año de 1943), primero en París y luego en Marsella.
Es importante tomar en cuenta el contexto en que se desarrolló este nombramiento, esto es en plena irrupción del fascismo en Europa, con los gobiernos de Adolfo Hitler, en Alemania, y Benito Mussolini, en Italia, y la victoria del franquismo en la guerra civil española (1936-1939). La misión acordada con el presidente Lázaro Cárdenas sería la de mantener algunos de los principios más preciados de la política exterior mexicana; es decir, defender la autonomía de los países y otorgar las posibilidades de refugio a quienes fueran perseguidos por sus ideas, creencias, raza o credo, en particular a los expulsados por la guerra civil española.
En la realización exitosa de estas actividades, sería fundamental que se suscribiera, el 22 de agosto de 1940, el acuerdo Franco-Mexicano por órdenes del General Lázaro Cárdenas y efectuado por el embajador Luis I. Rodríguez, respetándose de tal manera el asilo y traslado de los perseguidos.
Ello permitiría a Bosques fundar espacios de refugio en nombre del gobierno mexicano, estos se situarían en dos castillos: La Reynarde para 850 hombres y Montgrand para 500 mujeres y niños, que funcionaron de manera autogestiva. Esto significa que en su interior se organizaron actividades productivas de distinta índole (talleres, cultivos), y actividades culturales, deportivas y demás que permitieron que la vida en reclusión fuera lo mejor posible.
Por ahí pasaron más de 20 mil refugiados, algunos de los cuales salieron al exilio a México. Bosques, con mucha eficacia, con sus dotes diplomáticas, con su capacidad para tejer acuerdos en las condiciones más adversas, logró establecer una red para propiciar el exilio de muchos de los perseguidos ahí establecidos (por ejemplo mantuvo vínculos con el Comité Panamericano de Coordinación de las Organizaciones de Ayuda a España), e incluso con frecuencia ejerció facultades extraordinarias para otorgar asilo a los perseguidos sin importar sus filiaciones políticas, credo o raza, siguiendo la convicción de que las razones humanitarias y el derecho de gentes, son primordiales sobre cualquier impedimento legal.
Fue un exilio amplio, generoso que no se limitó a los intelectuales (que es en lo que más se documenta), que en principio tenía como objetivo el rescate de los perseguidos de la guerra civil española, pero que se extendió a personas provenientes de otros países europeos, fueron muchos los austriacos, húngaros, checos, etc., perseguidos por sus ideas políticas, al igual que judíos, católicos, comunistas o socialistas, que se beneficiaron de las acciones del cónsul mexicano. Al respecto se ha llegado a calcular que alrededor de 60,000 personas habrían recibido las visas otorgadas por el gobierno mexicano y que, en ese contexto de persecución e intolerancia, significaban la salvación, eran como ha señalado en su documental Lilian Liberman, una “visa al paraíso”.
Muchos de esos hombres, mujeres, niñas y niños, en particular españoles perseguidos por el franquismo, sobrevivieron a la barbarie y llegaron a México gracias a la eficiencia, acción decidida y humanismo de Bosques. Muchos de ellos rehicieron sus vidas en estas tierras, tuvieron familia, trabajaron, construyeron negocios, amistades, escribieron libros, fundaron escuelas y rehicieron la vida.
Hacia noviembre de 1942, México rompería relaciones diplomáticas con Francia, por lo cual la legación mexicana sería hecha prisionera por los alemanes entre los años de 1942 a 1944 estableciéndose en Bad Godesberg, cerca de Bonn. Posteriormente se realizaría, a través de la embajada de Suecia, el intercambio de prisioneros entre México y Alemania propiciando el retorno de Bosques, su familia y resto de funcionarios a nuestro país.
Sin embargo, muy pronto retornaría a sus actividades diplomáticas, ahora como embajador en Portugal (entre 1946 a 1950), continuando con su labor de rescate de perseguidos del franquismo. Para ello de nuevo debió tejer muy fino, ahora con el dictador Antonio de Oliveira Salazar, para poder realizar las tareas de rescate.
Posteriormente, 1950-1953, fue embajador en Suecia, desarrollando labores culturales, exposiciones arqueológicas, etc., obteniendo el reconocimiento de varios países. A partir de entonces habría un nuevo e importante cambio en sus actividades al ser nombrado como embajador en Cuba (1953-1964), donde le tocó lidiar con el gobierno de Fulgencio Batista y los primeros años de la Revolución con Fidel Castro al frente. Sin duda que fue un momento complejo por las presiones que se ejercieron en contra del proceso cubano surgido a partir de 1959. En ese plano Bosques defendió la autodeterminación del proceso de la Revolución y su influencia en el ámbito latinoamericano ante las posiciones más conservadoras de nuestro país; no obstante, su posición ideológica Bosques continuó con su política de refugio a quienes podían ser víctimas del poder. Aquí se notó la fuerza de la diplomacia mexicana.
A partir de la segunda mitad de la década de los 60, don Gilberto se retiró del servicio público mexicano dedicándose a la recuperación de su legado, finalmente el 4 de julio de 1995 muere en la ciudad de México, dejando establecido que sus cenizas reposaran en su pueblo natal ante el ofrecimiento de permanecer en la Rotonda de las personas ilustres.
III.
La gesta de don Gilberto Bosques, es ejemplo del nivel más alto de la política exterior mexicana, sin duda sobrepasó las posiciones convencionales de los países situando a México como un símbolo internacional de la solidaridad, de la diplomacia, del humanismo y de la cooperación internacional.
Por ello en los últimos años se han dado algunos reconocimientos, por ejemplo: en los congresos de su estado natal, en ámbitos de los derechos humanos, como la estatua en la Casa del Refugio Ciltlaltépetl, en la ciudad de México; incluso en Marsella se creó la “Place Gilberto Bosques”; en Alemania se fundó una escuela que lleva su nombre y en la ciudad de Viena se inauguró el 4 de junio de 2003 una calle a la que se le otorgó el nombre de “Paseo Gilberto Bosques” (por cierto llama la atención que en España, país al que tanto benefició Bosques con su política de asilo a algunos de sus ciudadanos, no exista ninguna referencia a su generosa gesta), etcétera, aunque claramente el mejor homenaje es ejercer la tolerancia y la solidaridad con quienes son perseguidos.
Su ejemplo debe ser referente permanente de la política exterior mexicana, de la cual hay algunos ejemplos con los asilos otorgados en otros momentos a los perseguidos por sus ideas o credo, entre otros León Trotsky, César Augusto Sandino, el refugio español derivado de la Guerra Civil, los expulsados de la II Guerra Mundial, los grupos de exiliados sudamericanos en los años de las dictaduras militares en el llamado cono sur, y más recientemente, a pesar de las protestas de los grupos más conservadores del país, al expresidente boliviano Evo Morales, después de ser víctima de un golpe militar.
IV.
Las acciones ejercidas por Gilberto Bosques contrastan con las crisis mundiales que se viven en materia de migración y refugio en el mundo actual. Por citar sólo algunos ejemplos observamos cómo la aplicación en Estados Unidos del llamado “Título 42” que restringe las posibilidades de asilo y, por el contrario, permite la expulsión de migrantes, o bien los múltiples ejemplos en la Europa “progre”, de rechazo a las migraciones de africanos, asiáticos, musulmanes, etcétera, encapsulados en el Mediterráneo. Ya se han visto los resultados lastimosos de estas políticas, como en el caso de los migrantes fallecidos en Melilla o en San Antonio Texas, por referir sólo algunos casos.
En ese plano, el pasado mes de mayo, Jan Egeland, secretario del Observatorio de los Desplazamientos Internos, organismo internacional con sede en Ginebra, señaló que en el año 2021 se había registrado una cifra récord de desplazamientos de población dentro de sus países, ello sin contar a la población que se ve forzada a salir a otros países por diversas razones que no sólo se deben a conflictos sociales y políticos. Derivada de esta situación Egeland, señalaría: “Necesitamos líderes mundiales que operen un cambio gigantesco en su modo de pensar para prevenir y resolver conflictos y poner fin a esta escalada del sufrimiento humano.” Ante este panorama se revitaliza alguno de los principios señalados recurrentemente por don Gilberto Bosques en materia de refugio y solidaridad humanitaria: “Sin ética no hay nada”.
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